A veces sólo quiero de la noche
que me muerda y me devore,
que se sacie de mi vientre y de mi pecho,
que se oscurezca con mi sombra y en su sombra
me cobije. Es tan larga algunas veces,
tan callada y tan siniestra,
que dudo en la penumbra de mis días
si es la noche, o es la muerte
que me llama.
Si supieras cómo ansío a veces
apagarme entre las luces de esos coches,
agazaparme entre la niebla y el olvido de la calle,
extinguirme
sin nombre, sin rostro, sin recuerdos,
tumbado en ese asfalto amenazante,
duro, mojado y frío,
y cubrir mi cuerpo con el barro y con la muerte...
viernes, 27 de junio de 2008
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