Nada sabemos, no sabemos nada
de la piel asustada de la noche
o la mirada hiriente de los niños,
ni del claustro encendido de la boca
cuando hierve saliva en la garganta,
ni del grito espantado de los muertos,
ni del susurro roto por la muerte
inesperada a veces de los vivos.
Cuando brilla en los ojos,
cuando quema en la lengua,
se zafa y se retuerce
buscando una salida,
nada sabemos, no sabemos nada,
solo nos queda pronunciar su nombre.
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sábado, 7 de noviembre de 2009
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