sábado, 7 de noviembre de 2009

BAJO LA OSCURIDAD

Bajo la oscuridad
los dedos se iluminan y las sábanas
se tiñen con el verde y el azul de las miradas,
difuminan los labios el rojo de los besos,
crecen los pechos de la noche
en las palmas abiertas de las manos,
y empieza entre las piernas
el temblor de la fiesta de la piel.

Bajo la oscuridad
también se esconden como criptas
algunos cuerpos que palpitan fríos,

como si no tuvieran corazón.

MUERTE SÚBITA

A veces
ella viene a mi encuentro, muy despacio,
como si hubiéramos quedado en una cita,
sonríe con dulzura sin pronunciar palabra
-ya sabes como es ella, tan callada, tan discreta,
tan preocupada por pasar sin ruido,
inadvertida, entre la gente-
y me acaricia la mejilla mirándome a los ojos,
me devora los labios con sus labios
y desata en mis venas
todos los animales que he encerrado sin saberlo,

y yo,

que soy un hombre temeroso que conoce,
perfectísimamente, la manera en que las gasta
determinado tipo de mujeres,
porque soy débil me abandono
en sus brazos, gozando como un niño,
y me dejo embaucar entre sus pechos como un hombre,
y a veces, ciertas veces, Dios lo sabe,
me quisiera morir
de placer en su vientre.

Pero ella, putón, mala hembra, lagarta,
casquivana y traidora,
cada vez que me encuentra me subyuga, me envenena,
me enloquece hasta el borde del infarto
y luego me abandona, tirado en una esquina,
para marcharse alegremente
con un tipo de Alhama de Granada, por ejemplo,
al que dice con voz de matarife
que va a matarle

de amor.

POEMA

No es que exista, quizás, el infinito,
es que no existe otra cosa en este mundo;
quizá me digas cielo, o mar, eclipse, o vendaval,
tormenta o luna llena, o piel, mirada o beso,
quizá me digas llanto o nacimiento, ocaso o alborada,
o quizá me digas otras cosas tan grandes que no quepan
en las yemas de los dedos o en la palma de una mano:
no serán más grandes, por más que lo proclames.
Al final,
a nuestro lado, todo, todo,
cualquier cosa es infinita,
¿o es que acaso no has mirado nunca al cielo y has contado
cuántos versos tiemblan entre tu boca
y la más cercana de las estrellas?

NADA SABEMOS

Nada sabemos, no sabemos nada
de la piel asustada de la noche
o la mirada hiriente de los niños,
ni del claustro encendido de la boca
cuando hierve saliva en la garganta,
ni del grito espantado de los muertos,
ni del susurro roto por la muerte
inesperada a veces de los vivos.

Cuando brilla en los ojos,
cuando quema en la lengua,
se zafa y se retuerce
buscando una salida,
nada sabemos, no sabemos nada,

solo nos queda pronunciar su nombre.

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